domingo, 22 de noviembre de 2009

Ricky Lee Jones en el Kafe Antzokia, un espiritu bohemio llegó al botxo

Nadar contra corriente nunca ha sido el camino escogido por la mayoría de los artistas. Algunos a veces, realizan parte de este sufrido trayecto para posteriormente acomodarse en el seno de aguas tranquilas y dejase llevar por la corriente que les lleve a buen puerto. Otros sin embargo luchan constantemente por seguir ese camino tortuoso que les lleve a su particular Nirvana. En el trayecto algunos se ahogan en el olvido, otros se pierden en la indiferencia pero otros sobreviven y salen a flote obteniendo el reconocimiento a veces de la crítica, otras veces del público y en raras ocasiones de ambos. El público normalmente se suele asentar en las aguas tranquilas y placenteras de ese rio, donde el mainstream monta su resort cultural de cinco estrellas en un todo incluido. La cantante norteamericana Ricky Lee Jones ha navegado por todas las zonas del rio, es más, ha cruzado por todos los ríos de este mundo, pero siempre ha elegido la estrategia del salmón para hacerlo. El miércoles 18 navegó, de nuevo a contracorriente, la ría de Bilbao y echó amarras durante un par de horas en el kafe Antzokia para ofrecernos un concierto inolvidable.



Ricky Lee Jones tan solo trajo a la capital bizkaina a un par de experimentados marineros para su recital. No sé cuál ha sido el motivo por el cual ha elegido esta formación para conmemorar sus treinta años de carrera, pero sin duda he echado en falta algún ingrediente más para la ensalada de jazz, soul, r&b, folk y pop que nos proponía la diva que reside en California. Es curioso que empiece esta pequeña reseña del show, en el que en unas líneas más atrás califico de inolvidable, con un pero. Quizás se deba a que ha pasado el tiempo suficiente para reflexionar sobre lo vivido, ver a Ricky en directo es como abrir una botella de gran reserva, se necesita un poco de tiempo y oxigeno para que el caldo se olvide de donde viene y despierte de su letargo de años. Seguramente si estas frases las hubiera escrito al día siguiente, mi mente seguiría nublada por el cúmulo de sensaciones que produce un recital de estas características. Olvidándonos de este pequeño/gran detalle, Ricky Lee Jones nos ofreció justo lo que la mayor parte de los allí congregados esperábamos de ella, canciones llenas de emoción, sentimientos a flor de piel, desnudez impúdica sobre el escenario y música de muchos quilates. Un concierto que, como si de una montaña rusa se tratase, nos llevaba desde la quietud y el sosiego hasta la algarabía controlada de sus temas más bailables. Se notaba como la gran dama de la vida bohemia de L.A controlaba hasta el más mínimo detalle y manduqueaba a sus dos adláteres frecuentemente. A pesar de que al principio, en su desnudo comienzo al piano, su personalísima voz titubeaba en forma de molesta tos, Ricky se sobrepuso rápidamente y nos mostró una interpretación vocal llena de matices, demostrándonos que controla ese instrumento a la perfección. Tan solo al final, tras casi dos horas de derrochar talento vocal sobre el viejo teatro bilbaíno, su voz empezó a dar muestras de cansancio y apareció de nuevo la dichosa tos. No me extraña que prohíba expresamente fumar en sus conciertos, esa garganta no aguantaría la humareda que se suele producir en estos eventos. En cuanto a los temas interpretados hubo de todo un poco, temas clásicos de la artista, temas modernos y de su último álbum, nunca se satisface a todo el mundo y menos con treinta años de carrera. Pero destacaría entre ellos la dedicatoria emotiva a su padre, músico de jazz, en Moon Is Made Of Gold, Tigers, Autumn Leaves o la reivindicativa versión de Bowie Rebel Rebel. Por supuesto no faltaron pequeñas disertaciones sobre su vida y familia, sobre política, su espiritualidad y alguna bronca que otra a algún despistado que no se enteraba que el silencia formaba parte del espectáculo. Menuda mujer de armas tomar y de contrastes, lo mismo paraba por dos veces un tema por un tipo que no callaba, que se emocionaba y sus ojos azules se volvían vidriosos por cantarle a aquel muchacho que le rompió una vez el corazón. En cuanto al sonido he de decir que se adecuó perfectamente al tono general del recital en el que, como he comentado anteriormente, el silencio del publico era un elemento más de él. Sus dos acompañantes eran un inspiradísimo Rob Wasserman al contrabajo eléctrico y el chico para todo Sal Bernardi, en el que solo me trasmitió en los escasos momentos que cogía la armónica, con la guitarra correcto sin más.



Otra vez puedo entonar la soflama del “yo estuve allí”, cuando la sala de conciertos de San Vicente número 2 pareció estar situada en West Hollywood bajo el nombre de Troubadour viendo a Ricky en un momento de nuevo dulce de su carrera. En ese estado donde la madurez asienta las virtudes propias de un artista y donde se hace repaso, a veces con alegría y otras con tristeza, de la vida que uno ha elegido. Estamos acostumbrados muchas veces a ver artistas que están de regreso. Artistas que deciden volver a transitar de nuevo por algunas de las estaciones por donde ya pasaron. Artistas que compran para su carrera un billete de ida y vuelta. Ricky Lee Jones no quiere desandar el camino, como un funambulista, transita por el cable en un solo sentido. Ricky Lee Jones pidió en la ventanilla a single ticket please…

8 comentarios:

Joserra dijo...

Qué bien que te animas a escribir.Bonita reseña de una artista libre y salvaje, sin compromisos, pura y real. De lo mejorcito que hemos visto en el Antzoki: Lucinda, Vinicius Cantuaria, el primer bolo de los Jayhawks...ratos memorables.
Ah, una cosilla , el bajista creo que es Rob Wasserman.
Un abrazo!

Joxemiel dijo...

Gracias Joserra por la corrección... Tienes toda la razón llevamos muchos años viendo grandes artistas en ese teatro... gracias por tus comentarios.

Un saludo.

paulamule dijo...

Pues vaya, qué suerte, yo por un par de días me la perdí en Madrid.
Gran crónica.
Salud.

El rey lagarto dijo...

Joder, como lo cuentas compañero... ¡Da gusto!
Menuda crónica.

En lo referente a mi la desconozco totalmente, solo conozco su nombre.

Joxemiel dijo...

Paula, una pena que te lo hayas perdido, es una mujer temperamental que desprende verdad por todos sus poros, te puede gustar o no pero no intenta engañar a nadie, todo un espectáculo...gracias por tus comentarios.

Amigo Lagarto, me alegra que te haya gustado la crónica, una artista que merece la pena, sus dos primeros discos son excelentes...gracias por tu comentario.

Saludos a ambos!!!!

ROCKLAND dijo...

Joder, menuda crónica...chapeau!!
No me hubiera importado verla pero a todo no se puede. Espero poder estar en su próxima cita.

Saludos.

Anónimo dijo...

Joe Joxemiel!! hacía mogollón que no me metía en tu blog, me ha encantado la crónica de Ricky!! al final me la perdí en Barcelona...estuve viendo un concierto para violín y la cuarta sinfonía de Mendelsshon (a entrada pagada... aún así no he tenido tiempo para mucho, pero la verdad es que no es una tía que se prodigue mucho por los escenarios...al menos por estos lares, así que igual me acabo de perder una oportunidad única para verla ¿no?
en fin, que es una gozada leerte, de verdad!!!
A.

Joxemiel dijo...

Amigo Rockland ojala puedas asistir a un show de esta tipa...creo que sabrás apreciarlo...Me alegro que te haya gustado la cronica, gracias por tu comentario...

Amaiueeeeeeee, madre mia!!!! nada más y nada menos que Mendelssohn...ese no era el de los Afghan Wings???..jejejeje, me alegro que te haya gustado la crónica de Ricky, ojala hubieras estado allí, te hubiera molado mucho, y le hubieras dado a Santi un codazo de vez en cuando para que no roncase...jejejeje
Una gozada que me leas y me hagas estos comentarios...

Un saludo a los dos.

 
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