miércoles, 30 de septiembre de 2009

The Bees, el pasado convertido en miel

En el mundo de la música popular del siglo XX, más concretamente en el mundo del rock, la influencia de unos artistas sobre otros resulta palpable. En parte esto se ha debido a los canales modernos de distribución. Este género se ha extendido por todo el planeta en un relativamente corto periodo de tiempo, lo que ha provocado una evolución notable del mismo al amparo del avance de la propia tecnología. Algunos críticos han puesto a debate el agotamiento de este estilo, argumentando que musicalmente tiene poco o nada que ofrecer. Este debate siempre ha formado parte de la propia idiosincrasia del rock, un movimiento joven que ha tenido que ir renovándose y reinventándose para no quedarse atrás y no parecer anacrónico. Algunos músicos intentan con mayor o menor fortuna evolucionar el género, utilizando los estándares de siempre y la moda que impere en ese momento, para crear nuevas tendencias que se mantengan en la vanguardia musical del momento. Otros en cambio, prefieren rememorar sonidos del pasado usando viejos patrones junto con toques de su propia cosecha. Hoy me gustaría hablaros de una banda joven que realiza una mezcolanza de estilos con sabor añejo tan heterogénea como excitante, The Bees o A Band Of Bees en los Estados Unidos.



Paul Butler y Aaron Fletcher, ambos oriundos de la isla británica de Wight, se formaron como dúo allá por el comienzo de este siglo. Ambos eran productores y músicos, tocaban varios instrumentos cada uno, y participaban con frecuencia en la escena musical de la isla. Si a eso sumamos que eran fervientes coleccionistas de vinilos y por lo tanto grandes consumidores de música, encontramos la mezcla perfecta para animarse a formar una banda de rock. Toda esta vocación se vio plasmada en la realización de su primer álbum titulado Sunshine Hit Me, grabado en 2002. Como no podía ser de otra forma, todos los temas fueron grabados, producidos e interpretados por ellos mismos, utilizando el cobertizo del jardín de la familia Butler como improvisado estudio. Sería difícil describir como suena este primer trabajo de The Bees si no es imaginando una gran coctelera donde mezclaríamos el rock, el folk, la psicodelia, el reggae, el soul, el pop, el jazz y los sonidos cálidos del trópico. Una obra compleja y llena de matices pero a la vez refrescante y divertida. El sabor añejo que rezuma todo el disco, debido en gran parte a su equipo de grabación analógico, no hace sino engrandecer unas composiciones deudoras de sus influencias musicales. Pese a esto, el álbum en conjunto en ningún momento resulta anticuado, sino todo lo contrario, de una modernidad y vigencia que dejó sorprendida a la escena británica ese año. El primer single, una versión bastante fiel del clásico de Os Mutantes A Minha Menina, sonó con fuerza en todas las emisoras a principios de 2003. El dúo fue nominado ese mismo año al afamado Mercury Music Prize y firmó un contrato discográfico con Virgin, lo que supuso el mejor comienzo posible de su carrera musical. Al comenzar a presentar su disco en directo se incorporaron a la banda músicos provenientes de la escena local de Wight y antiguos colaboradores del dúo. Ya en forma se sexteto, comenzaron a preparar la grabación de su segundo disco. Visto el resultado de su álbum de debut, decidieron acometer dicha empresa utilizando las mismas armas, véase, encerrándose de nuevo en el mismo cobertizo para intentar destilar la misma mezcla. Pero tras unas semanas que pasó Paul Butler en Abbey Road realizando un trabajo como productor, la magia de los viejos estudios londinenses lo atrapó y engatusó para que grabasen allí su nuevo disco. De nuevo la coctelera se puso en marcha con los mismos ingredientes pero esta vez pasados por el tamiz del equipo de 16 pistas analógico que habitaba en St John's Wood. En agosto de 2004 sale a la luz Free The Bees, una pequeña obra maestra de este siglo pero que vuelve a mirar fijamente al pasado. El sonido del grupo se endurece, se vuelve más rockero y vitalista, bebiendo de las fuentes sagradas del rock inglés de donde se saciaron los Beatles, los Who, los Small Faces o los Kinks. El disco sigue siendo una muestra del eclecticismo de la banda y se vuelven a asomar a él los sonidos tropicales, el dub jamaicano y el jazz aunque esta vez algo más atemperados. Una obra que sin lugar a dudas hubiera destacado de igual manera tanto en 1968 como en 2004. El álbum tuvo un considerable éxito comercial y algunas de sus canciones se usaron como banda sonora de varios anuncios publicitarios. En 2005 el grupo participó en la banda sonora de la película Stoned que se basaba en parte de la biografía del componente de los Rolling Stones Brian Jones, haciendo varias covers de estos. Tras este periodo, se vuelven a recluir en su tierra natal y en un estudio que montan en un sótano, comienzan a grabar su tercer trabajo. En marzo de 2007 aparece Octopus, que podría significar un retorno del grupo a los aires estivales de su primer disco pero con la fuerza y la actitud del segundo. Otra obra que no desmerece ni un ápice frente a las anteriores y eso que el listón se encontraba muy alto. En Octopus se vuelven a encontrar los mismos aromas y sonidos que en las obras precedentes pero en ningún momento el conjunto carece de originalidad o frescura. El disco tuvo una notable acogida tanto por parte de la crítica como en su faceta comercial y hasta la fecha este ha sido su último trabajo.



The Bees nos ha transportado con sus tres maravillosos discos a épocas donde la música chisporroteaba con el contacto entre el zafiro y el vinilo, donde el olor del cartón de la portada te embriagaba y donde escuchar un nuevo disco suponía una deliciosa aventura.

Si te apetece escuchar los discos completos se pueden descargar desde estos enlaces:
2002 Sunshine Hit Me
2004 Free The Bees
2007 Octopus



Punchbag From the album Sunshine Hit Me (2002) Track 1


A Minha Menina From the album Sunshine Hit Me (2002) Track 6


Sweet Like A Champion From the album Sunshine Hit Me (2002) Track 8


These Are The Ghosts From the album Free The Bees (2004) Track 1


Wash In The Rain From the album Free The Bees (2004) Track 2


No Atmosphere From the album Free The Bees (2004) Track 3


Horsemen From the album Free The Bees (2004) Track 4


Who Cares What The Question Is From the album Octopus (2007) Track 1


Love In The Harbour From the album Octopus (2007) Track 2


Got To Let Go From the album Octopus (2007) Track 4


(This is For The) Better Days From the album Octopus (2007) Track 7

lunes, 28 de septiembre de 2009

Mariani, los comienzos de Eric Johnson

Los primeros pasos dados por un artista suelen ser una de las cosas que más interesan a sus fans. En muchos casos esos datos no solo sirven como mero referente de su carrera, sino que también proporcionan las anécdotas que forjan su leyenda. Además se pueden descubrir nuevas formaciones y grupos seminales en los que militaron las grandes figuras. No es de extrañar entonces que también encontremos grandes canciones en singles o álbumes que no tuvieron demasiada repercusión. En la industria musical, como se ha demostrado en tantas de ocasiones, no importa tanto la calidad del producto, como la promoción, la oportunidad, la visión del ejecutivo de turno o la propia suerte. Esas primeras obras pueden quedar sepultadas por el peso del éxito posterior y convertirse en material para los coleccionistas más audaces. Se suele dar el caso, sobre todo desde la aparición del formato CD y las nuevas tecnologías, que arrastrado por el éxito del artista o grupo en cuestión, se reediten esos primeros trabajos en forma de bonus tracks y rarezas dentro de una profusa caja de varios discos o bien como el álbum original. Hoy os quiero hablar de Mariani, un conjunto de blues-rock en el que realizó sus primeros riffs como músico profesional el guitar hero Eric Johnson.


La historia de Mariani se empieza a gestar en la pequeña discográfica tejana Sonobeat Records allá por 1969. Este pequeño sello, nacido pocos años antes al amparo de la primera emisora en los Estados Unidos que emitió un programa de rock en FM, la KAZZ de Austin, andaba a la caza de un nuevo artista para intentar repetir el éxito logrado por Johnny Winter en 1968. El albino de Beaumont había realizado su primer trabajo, The Progressive Blues Experiment, con Sonobeat pero al año siguiente firmó con Columbia un contrato discográfico. Sonobeat a su vez había vendido los derechos del álbum a Liberty Records, no participando de este modo del éxito logrado por el disco que alcanzó el puesto 49 en el Billboard. Bill Josey, uno de los dueños de Sonobeat, contactó con el afamado batería Vince Mariani que se encontraba de regreso a Austin después de grabar como músico de estudio con diversas bandas. El talento de Vince Mariani era reconocido, incluso había optado al puesto de batería de Jimi Hendrix junto con Buddy Miles. Sonobeat le contrató y realizó un single en el que Vince realizaba solamente solos de batería. Parece ser que algún disco de estas características había tenido éxito en esos años, pero este sin embargo apenas tuvo repercusión. Aún así, Sonobeat quiso aprovechar el talento y el carisma de Vince Mariani para crear a su alrededor un grupo de blues rock. Para el puesto de guitarrista el propio Vince Mariani propuso a un chico de 15 años que conocía en la ciudad, llamado Eric Johnson. Después de una prueba en el estudio, el imberbe Johnson quedó contratado como hacha del grupo al dejar asombrados a todos con su manera de tocar las seis cuerdas. Completó el trío un bajista local de buena reputación llamado Bob Trenchard. A finales de 1969 empezaron a ensayar y a planificar lo que sería su primer trabajo. Antes de eso, Bill Josey propuso grabar una maqueta con un par de temas instrumentales para comprobar como sonaba la banda. A pesar de que el resultado fue del agrado de todos, el bajista Bob Trenchard abandona la formación. Rápidamente fue sustituido por el bajista y cantante Jay Podolnick y comenzaron a preparar lo que sería su primer single. A principios de 1970 grabaron dicho single bajo el nombre ya de Mariani pero no fue recibido con demasiado entusiasmo ni por la crítica ni por los Dj de las emisoras locales. Pese a esto Sonobeat siguió confiando en las posibilidades de Vince Mariani y Eric Johnson por lo que decidieron cambiar de nuevo al bajista y añadir un nuevo vocalista. Se incorporaron a la banda Jimmy Bullock en el bajo y Bill Wilson a las voces y comenzaron de nuevo los ensayos. Poco tiempo después y vistos los resultados, Sonobeat decidió grabar un álbum con el grupo. En busca de un sonido potente y limpio, se les ocurrió la idea de realizar la grabación de la mayoría de los temas al aire libre por lo que alquilaron una granja a las afueras de Austin y trasladaron allí todo el equipo necesario. De nuevo en el estudio se realizaron las mezclas y se escogieron las mejores tomas. También se les ocurrió añadir pequeños cortes instrumentales de jazz entre tema y tema, usar multitud de efectos y ecualizaciones además de agregar nuevas voces de distintos vocalistas de bandas locales. Todo esto trajo como resultado el álbum titulado Perpetuum Mobile que supuso un desafío para un pequeño sello como Sonobeat. Finalmente todos quedaron satisfechos con el resultado, por lo que el sello decidió imprimir cien vinilos del álbum empaquetados en una funda blanca de cartón, para que fueran distribuidos entre las grandes compañías de discos, críticos, radios y los propios miembros del grupo. El pequeño sello trató por todos los medios de vender el máster a una compañía multinacional mientras la banda empezaba a promocionar sus canciones tocando en directo por todo el estado. sin embargo, nadie quiso adquirir los másteres del disco y Sonobeat decidió abandonar el proyecto de editar el álbum comercialmente. La banda, por todo ello, decidió disolverse. Cada uno de sus miembros continuó su carrera por otros derroteros, siendo Eric Johnson el que alcanzaría posteriormente el estrellato como afamado guitarrista. Con el paso del tiempo, la italiana Akarma Records, especializada en la reedición de álbumes inéditos, consiguió el máster original y editó una reedición del disco en 2001 con los singles como bonus tracks y una nueva portada. Hay que decir que antes de esta circunstancia, el álbum había ido adquiriendo una buena reputación desde el punto de vista musical como un buen ejemplo de potente sonido blues rock influenciado por Hendrix o formaciones en esa onda y era una pieza cotizada para los coleccionistas.


Mariani fue la primera banda de Eric Johnson y posiblemente así sea recordada la mayoría de las ocasiones. Pero Mariani también significó la lucha de un pequeño sello discográfico por sacar adelante un proyecto aunando el talento de varios músicos. Sin Eric Johnson no hubiéramos llegado a Mariani, sin Mariani no hubiéramos conocido al sello Sonobeat y por lo tanto nos hubiéramos perdido una porción diminuta pero importante de la historia del rock.

*Si te interesa escuchar este disco se puede conseguir aquí:
Part 1
Part 2

Fisrt song (1970) Track 1



Second song (1970) Track 3



Third song (1970) Track 5


Fourth song (1970) Track 7


Baby, I Want To Sing The Blues And Get There (1970) Bonus Track 12


Lord, I Just Can't Help Myself (1970) Bonus Track 14


*Fuente del enlace: http://blazplavi-guitarmusic.blogspot.com/2008/01/mariani-perpetuum-mobile-1970.html

viernes, 25 de septiembre de 2009

Pánico En Las Calles (1950), la pandemia llega a la ciudad

El celuloide está plagado de monstruos, demonios propios y demonios ajenos, malvados, seres de otros mundos, catástrofes naturales, catástrofes artificiales y otros fenómenos que nos han provocado distintos grados de afectación en la escala del miedo. El poder de la imagen es el mejor soporte para provocarnos la activación de la amígdala del lóbulo temporal que controla nuestros sistemas emocionales. Además el cine ha utilizado en muchas ocasiones el género de terror para realizar una alegoría sobre aspectos de nuestra propia realidad. Cuando los gobiernos, en forma de censura, y la presión de los grupos de poder impedían que se tratasen directamente temas que les pudieran perjudicar apelando a la memoria colectiva de la gente, los artistas usaron la imaginación y realizaron filmes en apariencia inofensivos pero que sin embargo tenían gran contenido metafórico. Después de la segunda guerra mundial y con la llegada de la guerra fría, la denuncia social y la crítica a la situación política se hicieron más palpables. En los Estados Unidos, tras la llegada del macartismo, estas temáticas se tuvieron que camuflar en filmes aparentemente inofensivos de géneros menores como el de terror o la ciencia ficción. Una de las obras maestras de aquella época y que mejor han soportado el paso del tiempo es el filme de Elia Kazan Pánico En Las Calles (Panic in the Streets), rodado en 1950.

La historia nos narra la lucha que llevan a cabo un médico del servicio de salud del gobierno y un veterano policía por encontrar a una banda de rateros que han contraído sin saberlo la peste bubónica antes de que esta se extienda por toda la ciudad provocando una pandemia. La película cuenta con un argumento realizado por Edna y Edward Anhalt, que ganaron el Oscar en esa edición, y una adaptación para el cine de Richard Murphy. Sin duda es este uno de los puntos fuertes del filme, ya que a lo novedoso del argumento se suman unos diálogos vigorosos y perfectamente integrados dentro de la acción. La fotografía está realizada por el camarógrafo Joseph MacDonald en blanco y negro, denotando una clara influencia del impresionismo alemán. Esto acentúa el tono sórdido de los pasajes por donde trascurre la acción, siendo los bajos fondos, los muelles, los bares de mala reputación, los barrios marginales donde la vida se cuece con otra salsa y por donde la enfermedad encuentra en la miseria su mejor aliado, los mayores beneficiados. La partitura del maestro Alfred Newman encaja perfectamente en el ambiente catastrofista del filme, ayudando a todo el conjunto a trasmitir al espectador la inquietud, el pánico y el terror que destila la obra. Pánico en las calles cuenta también con unas esplendidas interpretaciones tanto en sus papeles principales como es los actores secundarios. Destaca la dicotomía existente entre el joven médico interpretado por el gran Richard Widmark y el policía veterano en manos del experimentado Paul Douglas. Ambos pertenecen a mundos diferentes dentro de la misma sociedad pero que, pese a un comienzo tirante entre ambos, finalmente convergen en el objetivo común de aunar esfuerzos para acabar con la enfermedad, forjándose así un respeto mutuo al final de la película. El actor Jack Palance debuta en esta obra en el papel del malvado jefe de la pequeña banda de hampones. Una interpretación a todas luces grandiosa, de un actor al que su físico le predispone absolutamente para este tipo de roles. Sin duda Palance protagoniza en el filme las escenas más impactantes, como son las dos persecuciones que se producen en las vías férreas y en los muelles de la ciudad.
Elia Kazan consigue con esta obra realizar un híbrido entre el cine negro, el cine policiaco, el cine de catástrofes y el neorrealismo, consiguiendo una mezcla tan heterogénea como sugerente. La obra está rodada casi enteramente en escenarios exteriores, en concreto en la ciudad de Nueva Orleans, lo que proporciona una sensación de realidad y verosimilitud adecuado s con el argumento que narra. Aquí Kazan saca a relucir todo su pulso narrativo, con un ritmo que solo decae cuando las reflexiones personales del médico aparecen.

Creo que sería injusto interpretar el filme como una alegoría anticomunista en consonancia con la biografía y con alguna película posterior de Kazan. Más bien en la obra aparecen rasgos de denuncia social en el retrato que realiza de los bajos fondos de la ciudad y en la constatación de que a veces lo político y lo social caminan por senderos separados. Si tan solo la analizamos como cine de género, Pánico En Las Calles es una muestra excepcional de cine entretenido y ameno, cumpliendo todos los requisitos que se necesitan para ser una película referente en el mismo. En estos últimos tiempos la obra volvería a tener vigencia pudiendo establecerse una cierta similitud con la neurosis existente en la actualidad tras la aparición de diversas pandemias en el mundo. No sería mala idea degustar esta obra y reflexionar sobre ello.


*Pánico En Las Calles (1950) Secuencia de la primera persercución.

jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Dónde estabas tú en…? Septiembre de 1972

En Septiembre de 1972, concretamente el día 7, el grupo de glam rock petardo Slade alcanza su tercer número uno en las listas británicas con el tema Mama Weer All Crazy Now. El mánager y productor de esta banda era el avispado Bryan James "Chas" Chandler, conocido por llevar también a artistas de la talla de The Jimi Hendrix Experience o Nick Drake, además de ser miembro fundador y bajista de The Animals. Este tema ha sido versionado por bandas como Ángeles del Infierno, Quiet Riot o The Runaways, ahí es nada…

Slade - Mama Weer All Crazee Now (1972)




El día 10 del mismo mes Iggy Pop & The Stooges comenzaron a grabar lo que sería el tercer disco de la banda, Raw Power, en cuatro semanas de sesiones. La grabación se llevo a cabo en los estudios de la CBS en Londres. El álbum fue mezclado por el propio Pop junto con el ínclito David Bowie, siendo el productor del mismo el nuevo guitarra del grupo James Williamson.

Iggy Pop & The Stooges - Raw Power (1973)





El guitarrista Peter Frampton hace su debut en solitario, después de abandonar la disciplina de Humble Pie, el 16 de septiembre en Nueva York. Actuaron como teloneros la J. Geils Band y en este concierto presentaba lo que fue primer álbum en solitario, Winds Of Change.

Peter Frampton - It's a Plain Shame




Por último, el día 27 Rory Storm, seudónimo de Alan Caldwell, que en un tiempo fue el líder de la banda de Liverpool Rory Storm & The Hurricanes, la banda de Ringo Star antes de entrar en los Beatles, se suicida ingiriendo un cóctel de pastillas y alcohol en su casa. Se da la circunstancia de que su madre es también hallada muerta en el mismo lugar, por lo que las autoridades sospecharon que podría tratarse de un suicidio pactado.

Rory Storm & The Hurricanes (1963)

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Hipgnosis, retratando el sonido

Cuando examinamos la calidad de una obra musical sin duda estamos pensando en el contenido de la misma. Analizamos pormenorizadamente cada tema, lo que nos trasmite, su estilo musical, sus referencias a otras obras, el contenido de las letras si las hubiera o todo el conjunto, pensando en una posible obra conceptual. Pero muchas veces pasamos por alto algo que en su momento tuvo una gran importancia y que nos daba muchos detalles sobre las intenciones del artista, el diseño gráfico. En los primeros años de la industria discográfica las portadas de los vinilos tan solo reflejaban en una foto, con más o menos gusto, a los artistas en poses sugerentes y diciéndonos tal vez “Llevame a casa...” (en esta expresión se impone el acento argentino). Pero ya en los años sesenta cuando el rock madura y se empieza a diversificar, las obras empiezan a adquirir una complejidad que va más allá de lo musical. Los artistas entienden que el concepto de lo que quieren transmitir no puede quedarse solamente en el contenido sino que utilizan también el continente para acentuar el carácter de sus obras. Todo esto empiezan a ponerlo en práctica los grupos relacionados con las escuelas de arte y los artistas que empiezan a coquetear con la psicodelia. Hoy os quiero hablar de un colectivo de grafistas británicos que fueron innovadores en el diseño grafico de portadas de discos en esa época, Hipgnosis.


Hipgnosis se fundó en 1968 de la mano de los diseñadores Storm Thorgerson, Aubrey Powell y Peter Christopherson. Su carrera empieza cuando son contratados por EMI para realizar la portada del segundo álbum de Pink Floyd, Saucerful Of Secrets. Era la segunda vez que la compañía de discos contrataba a unos diseñadores gráficos externos para realizar la portada de un álbum, como en tantas ocasiones los pioneros fueron los Beatles. Son los propios Pink Floyd quienes interceden para que Hipgnosis realice el diseño, ya que les unía una buena amistad fomentada en las noches de conciertos del club UFO, donde la banda solía actuar con frecuencia. A partir de entonces Hipgnosis fueron contratados regularmente por EMI para diseñar los covers de algunos de sus artistas en especial Pink Floyd. Su seña de identidad fueron los tratamientos fotográficos, que eran como una especie de prehistórico photoshop sin soporte informático. También mezclaban imágenes dibujadas con fotografías, creando portadas surrealistas que tenían relación directa con la música incluida en el disco. El zenit de su carrera, por su repercusión tanto mediática como en ventas, se puede considerar la portada del Dark Side Of The Moon de Pink Floyd, realizada en 1973. Hipgnosis siguió realizando portadas de discos hasta su disolución en 1983, tratando continuamente de progresar y perfeccionarse en cada trabajo.


Hoy en día, el diseño gráfico en las obras musicales se ha visto relegado a un segundo o tercer plano por el propio formato de las mismas. Es difícil disfrutar de una portada como las diseñadas por Hipgnosis en un formato de 12x12 como el que tiene el CD. Por supuesto no hay que ni comentar lo que supone el mp3 para esto mismo. No reniego en ningún modo de las nuevas tecnologías, ellas me han ayudado a poder consumir y disfrutar de grandes cantidades de música que de otra manera hubiera sido imposible. Pero creo que en esta carretera por la que transita la industria discográfica hemos pagado peajes importantes. Uno de ellos ha sido pensar solo en el contenido y olvidarnos por completo del continente. Una pena…


*Os pongo una pequeña muestra de sus trabajos, podéis aumentar la foto pinchando sobre ella. Para conocer más portadas realizadas por Hipgnosis pinchar aquí.













lunes, 21 de septiembre de 2009

Ros Sereysothea, la voz de oro del rock Camboyano

A finales de los años sesenta se produjo en el mundo un conflicto que marcó en todos los aspectos la sociedad y la cultura mundial, la guerra del Vietnam. Aquella guerra que parecía que iba a ser un paseo triunfal del ejército yanqui, se convirtió poco a poco, con el alargamiento del conflicto, en algo muy impopular. Para elevar la moral de la tropa y que los soldados estadounidenses se sintieran como en casa, se promovieron espectáculos con estrellas de Hollywood, conciertos de música popular y se crearon emisoras que emitían a todas horas las canciones que triunfaban en las emisoras norteamericanas. Estas potentes emisoras intentaban llegar a todos los rincones del país, incluso a los lugares más recónditos de la selva donde pudiera haber un soldado con su transistor. Estas emisiones llegaron también hasta los transistores de la vecina Camboya, lo que provocó un movimiento cultural en torno a la música popular occidental que acaparó rápidamente las listas de éxitos en este país. Aparecieron multitud de grupos y artistas que intentaron imitar esos sonidos, añadiendo también ritmos y aromas tradicionales. De esta mezcla psicodélica e hipnótica nació el rock camboyano. Entre estos artistas, destacó una cantante que con su voz particular y su aspecto moderno se convirtió en la voz femenina más importante del país, Ros Sereysothea.


Ros Sereysothea nació en 1948 el seno de una familia humilde. Desde muy joven descubrió su fabuloso don para el canto y junto a su familia se ganaba la vida en un conjunto de música tradicional. Tras disfrutar del éxito en su provincia natal, ella y su hermana se trasladaron a la capital Phnom Penh en busca de fortuna como cantantes. Ambas encontraron trabajo en distintos clubes de la ciudad y de inmediato su popularidad empezó a aumentar. Al poco tiempo empezó a actuar en solitario por todo el país, convirtiéndose en una estrella de la canción. Firmó su primer contrato discográfico en 1967 y comenzó a grabar temas de diversos estilos y a protagonizar varias películas. Su éxito fue tal que el propio monarca la nombró “la voz de oro de la ciudad real”. En ese tiempo conoció al llamado “Elvis” camboyano, el cantante Sinn Sisamouth, y juntos empezaron una fructífera y estrecha colaboración de la que saldrían grandes joyas del rock psicodélico y del garage camboyano. Muchas veces estas composiciones se basaban en adaptaciones de canciones occidentales de éxito con letras traducidas al camboyano o cantadas en ingles. La combinación de la voz cristalina y potente de Sereysothea, junto con los sonidos contundentes y alucinógenos del rock autóctono y unas letras melancólicas y misteriosas daban como resultado una mezcla excitante y original. En lo personal Sereysothea tuvo una vida tormentosa. Se casó con el cantante Suos Mat pero pronto se separó de este y después mantuvo diversas relaciones que la llevaban a estar continuamente desencantada en el plano amoroso. Finalmente, encontró el amor en un oficial paracaidista del ejército camboyano que luchaba contra el avance de los Jemeres Rojos. La muerte de su amante en combate la sumió en una profunda depresión. Ella permaneció en la capital haciendo lo que mejor sabía, cantar, hasta la entrada de las tropas de Pol Pot en 1975. Con la llegada de los Jemeres Rojos al poder, se aniquiló toda cultura y movimiento contrario a su doctrina. Ros Sereysothea fue capturada y obligada a casarse con un alto cargo del nuevo gobierno. Dada su popularidad le encargaron la grabación de canciones propagandísticas del nuevo régimen y por ello retornó a la música tradicional. Sin embargo, Ros Sereysothea cayó en desgracia y pronto fue deportada junto con miles de ciudadanos a los campos de concentración que los Jemeres Rojos tenían en el interior del país para la "reeducación" de la población. Se cree que en 1977 murió ejecutada en algún lugar del país.


Ros Sereysothea es un ejemplo más del poder y la influencia de la música rock y pop en todo el planeta. La fascinación que tuvieron los jóvenes por este fenómeno, solo es comparable a sus ganas de rebelarse y de mostrar al mundo su inconformismo. No importa lo alejados que se encontrasen de los grandes focos occidentales, la música popular se extendió como una plaga que contagió a millones de jóvenes por todo el mundo. Ros Sereysothea y el rock camboyano tuvieron lo que más se demanda en el universo rockero, actitud. Aunque ese mismo entusiasmo les llevara a la muerte a través de la intolerancia.

Discos recopilatorios del rock camboyano se pueden encontrar en estos enlaces:

Cambodian Rocks - Vol. 0-1-2-3 parte 1, 2, 3, 4 Pasw: posted_first_at_chocoreve
Cambodian Rocks (20 tracks)

Chnam Oun Dop-Pramp Muy


Wait Ten Months


Phey! Phey!


Wicked Husband


Cry Loving Me


Wolly Polly


Tngai Neas Kyom Yam Sra


*Fuentes de las descargas:
http://ouatialr.blogspot.com/2007/03/cambodian-rocks.html
http://chocoreve.blogspot.com/2006/02/cambodian-rocks-vol-0-1-2-3.html

domingo, 20 de septiembre de 2009

La Sombra Del Poder (State Of Play, 2009), cine palomitas de calidad

El cine se ha utilizado en multitud de ocasiones como medio de denuncia de los abusos de las altas esferas del poder. Normalmente se ha utilizado a policías honestos y periodistas intrépidos como herramienta para destapar los más grandes escándalos o las conspiraciones más maquiavélicas. Este tipo de filmes han sido siempre del agrado de los espectadores ya que en ellos se mezclaba el thriller, los dramas periodísticos, las tramas de espías, el cine político o, en ocasiones, ciertos toques de romanticismo entre los personajes. La Sombra Del Poder (State Of Play, 2009) del director escocés Kevin Macdonald nos remite directamente a este tipo historias.
La Sombra Del Poder está basada en una exitosa miniserie de televisión británica que se emitió en la cadena BBC el año 2003. Adaptada al universo de la política norteamericana por los guionistas expertos en este tipo de argumentos Matthew Michael Carnahan y Tony Gilroy, nos cuenta la historia del reportero Cal McCaffrey, que investigando el homicidio de un vagabundo y una persona anónima descubre que estos hechos tienen relación con la muerte de la amante de un famoso congresista, que casualmente es un viejo amigo de la universidad.

Lo que parece en principio un hecho casual, se convierte de repente en una trama política y una lucha por el poder en las altas esferas que McCaffrey irá desentrañando con la ayuda de su compañera Della, poniendo en este proceso sus vidas en peligro.
Los guionistas, como he señalado antes, son dos expertos escritores de este tipo de historias. Matthew Michael Carnahan ha firmado los guiones de La Sombra Del Reino y el del filme Leones Por Corderos. Tony Gilroy tiene en su haber los libretos de la saga de Bourne, Duplicity o Michael Clayton. En La Sombra Del Poder realizan el difícil trabajo de condensar una miniserie en un largometraje. Para ello se centran en la trama policiaca, pasando más de puntillas por aspectos como las relaciones de poder en las altas esferas, la psicología de los personajes, las relaciones entre el periodismo y la política o la ética en esta. Aun así, el guión está bien realizado, con un ritmo frenético y con una trama bastante bien urdida. Otro de los aspectos en los que destaca el filme, es en el excelente elenco de actores con que cuenta. Desde los protagonistas Russell Crowe, Rachel McAdams y Ben Affleck, a unos estupendos secundarios como Robin Wright Penn, Helen Mirren o Jeff Daniels. Todos están estupendos en sus roles, dando gran credibilidad a toda la trama.


Bajo mi punto de vista La Sombra Del Poder se trata de una buena película. Tiene el guión, el ritmo y la interpretación adecuados para entretenernos y mantenernos atentos a la pantalla durante los 127 minutos que tiene de duración. La originalidad del filme, a excepción de su propia trama, es escasa. Se han realizado ya cientos de filmes que ponen de manifiesto las corruptelas políticas y las conspiraciones en las altas esferas. Aunque sí pone de manifiesto aspectos modernos de la política estadounidense de los últimos años que son dignos de ser denunciados. Si la comparamos con su fuente original, probablemente salga perdiendo por todo lo que se pierde en el camino en el proceso de adaptación al formato cinematográfico. Pero La Sombra Del Poder nos remite al mejor cine Alan J. Pakula de los años setenta, cine entretenido, de calidad y que además nos ofrece un plus para reflexionar sobre el mundo en que vivimos.

*La Sombra Del Poder (State Of Play, 2009) - Tráiler en español

viernes, 18 de septiembre de 2009

Desde el BEC, la magia de Leonard Cohen

Es extraña la sensación que te invade cuando estás en presencia de un mito. No importa de quién se trate o en qué disciplina sea un maestro, creo que siempre te acompaña la misma emoción. Tampoco creo que sepa cómo explicarlo, reconozco los sentimientos pero no me vienen las palabras. Por decirlo de alguna manera sería una mezcla de ilusión, inquietud y entusiasmo. ¿Alguien conoce la palabra exacta que incluya en su significado la suma de las anteriores?, yo no. Creo que me voy a tomar la licencia de inventarme una, una para intentar expresar lo que sentí ayer en el BEC de Barakaldo cuando asistí al recital del legendario Leonard Cohen, ILUSINQUIASMO.
Admito que no soy un gran conocedor de la obra del músico, poeta y novelista canadiense. Por supuesto conozco la mayoría de sus temas más célebres, incluso poseo alguno de sus discos, pero no me siento capacitado para desgranar una por una las canciones que nos ofreció ayer el señor Cohen. Sí me siento facultado para relataros mis impresiones y las emociones que ayer me asaltaron. Desde que se anunció el concierto, había decidido ir y no ir varias veces. El precio elevado de las entradas y la indecisión que se tiene cuando el artista en cuestión nunca ha sido de tus predilectos, hacían desplazar la balanza a favor del no. Por otro lado, la extraordinaria ocasión de ver en directo a uno de los artistas más significativos del pasado siglo ejercía de contrapeso en favor del sí. Como en las mejores películas de suspense, el desenlace se produjo en el último instante: una localidad adquirida poco más de una hora antes del recital. Las entradas eran numeradas, por lo que tuve que ver el show solo ya que mis amigos tenían sus localidades a pocas filas del escenario desde hacía tiempo. Yo me tuve que conformar con una de las gradas laterales a unos 30 metros del escenario a,unque eso tuvo la ventaja de no distraer mi atención de nada que no fuera el propio evento. Había leído que el señor Cohen estaba ofreciendo shows que sobrepasaban las tres horas de duración. No voy a negar que esto me parecía un hándicap. Tres horas solo, viendo a un artista del que tenía serias dudas sobre “su capacidad” para cautivarme durante tanto tiempo. Sin duda hay veces en que se cumple el dicho de que cuando menos te lo esperas salta la liebre. Ayer la liebre no salto, voló sobre el recinto del BEC Bilbao Arena. Estoy seguro de que la emoción es contagiosa y creo que eso me pasó ayer. Las miles de personas que allí se encontraban tenían en sus caras signos claros de excitación, seguramente por ver cumplido el sueño de presenciar en directo a uno de sus iconos. Yo también empecé a contagiarme de la misma emoción cuando Leonard Cohen salió al escenario en una cerrada ovación, se me puso la carne de gallina, ya veis, la primera en la frente del escéptico.

Y todo habría sido más emocionante si cabe, si la mayor parte del público hubiera accedido a su asiento a la hora indicada. Durante las primeras canciones la gente seguía entrando al recinto, debido quizás a las enormes colas que se formaron en el acceso. A partir de aquí, solo recuerdo que el gran Leonard me fue cautivando con su música y su poesía. Con una banda inigualable, con un sonido impecable aunque algo bajo al principio, y un juego de luces maravilloso, el pequeño hombre de setenta y cinco años demostró porqué sigue siendo una leyenda de la cultura popular. Un recital que comenzó en un punto altísimo y que no hizo más que ir subiendo en emoción y destreza. El show se dividió en dos partes, una primera impresionante y una segunda sublime. Veinte minutos de descanso para que al público le diera tiempo a digerir tantos sentimientos juntos, una pequeña tregua que nos ofreció el señor Cohen con indulgencia. En algunos momentos sentí algo que raras veces me ha ocurrido en un concierto, tener la sensación de que el artista está actuando solo para mí, creando un vínculo en exclusividad tan frágil como placentero. Sonaron Suzanne, Bird on the Wire, The Partisan, Suzanne, Hallelujah, I'm Your Man, Ain't No Cure For Love, Take This Waltz, First We Take Manhattan y muchas más, con un resplandor arrebatador. La voz del poeta seguía en plena forma, una voz solemne pero a la vez cercana, que traspasó los corazones de los que allí nos encontrábamos. Leonard se movía por todo el escenario con la soltura de un bailarín, haciendo reverencias a sus músicos y dramatizando cada canción con la dosis prefecta de afectación.

Después de más de tres horas y no sé cuantos bises, Leonard Cohen agradeció a cada miembro de su extenso equipo el haber hecho posible otra vez el milagro, la comunión entre artista y público. Puede ser que el recital de ayer no provoque que a partir de ahora me sumerja en profundidad en la música del señor Cohen, sin embargo, lo recordaré siempre como uno de los grandes conciertos de mi vida.
 
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